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32 Antes de partir, el rey dejó a un hombre de la familia real a cargo de todos los asuntos del reino, el cual se extendía desde el río Éufrates hasta Egipto. Ese hombre se llamaba Lisias, y era muy importante. 33 El rey le pidió que cuidara a su hijo, que también se llamaba Antíoco, 34-35 y le dejó la mitad de su ejército y los elefantes. Además, le dio instrucciones sobre todo lo que debía hacer, especialmente con Judea y Jerusalén. Le ordenó que enviara un ejército a Jerusalén, para matar a todos los israelitas rebeldes y acabar con lo que aún quedara de la ciudad. La orden era matarlos a todos, de modo que no quedara ni siquiera su recuerdo.

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